Hace poco estuve inmerso
en un debate con un grupo de colegas periodistas sobre la participación de Juan Pablo Duarte en los conflictos bélicos que consolidaron nuestra independencia
luego de su proclamación el 27 de febrero de 1844, uno de los contertulios
tenía una concepción muy tajante en contra de que el padre de la patria hubiese
tenido algún tipo de formación militar o que alguna vez haya entrado en
combate.
Si bien es cierto que
Duarte no tomó las armas en los enfrentamientos, debido a que se encontraba en
esos momentos en el exilio, su papel, no sólo como el responsable de los
ideales independentistas, sino también como estratega militar, formaron parte de
sus atributos como individuo.
Inicio mi argumento
diciendo que el patricio con apenas 21 años ingresó a las filas de la Guardia
Nacional haitiana, donde adquirió la formación del sistema y la táctica
castrense. Hay que decir también que mucho antes de que se propiciara la
proclamación de independencia, en 1842, Duarte participó en el movimiento
conocido como la “Revolución Reformista”, la cual se libró contra la dictadura de Jean Pierre Boyer, quien amenazaba con invadir la parte occidental de la isla
con intención de unificarla.
Además Duarte
era diestro en el arte de la esgrima, es decir, conocía el manejo de la espada.
En cuanto a su investidura militar, se registra en la historia que llegó a ser
oficial de la Guardia Nacional y posteriormente se le otorgó, en la entonces
nueva República, el grado de General de División por su papel estratégico y de
apoyo a los acontecimientos que lograron el ideal patriótico.
Indiscutiblemente
el padre de la padre e ideólogo de la independencia y del Estado dominicano,
además de haber sido un académico, filántropo y abnegado, también fue un hombre
de formación militar y que indudablemente hubiese puesto en ejecución todo su
conocimiento en las armas si las circunstancia se lo hubiesen permitido.
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